jueves, 21 de febrero de 2013

El diablo es un hombre ocupado

Y cuando encontraba algo que estaba nuevo o cuando limpiaba el cobertizo de las máquinas o la bodega a menudo papá descubría que tenía algún trasto que ya no quería y del que tenía que librarse y como estaba muy lejos para llevarlo en la camioneta hasta el vertedero o a la tienda Goodwill del pueblo llamaba por teléfono para poner un anuncio en el Trading Post del pueblo para regalarlo a quien lo quisiera. Porquerías como un sofá, una nevera o una caña vieja. El anuncio decía: Es gratis ven y llévatelo. Y aun así siempre pasaba un tiempo desde que lo ponía hasta que alguien llamaba y el trasto se quedaba en el porche molestando a papá hasta que uno o dos tipos del pueblo llegaban por fin a casa para echarle un vistazo. Y resultaba que se mostraban desconfiados y ponían una cara impenetrable como si estuvieran jugando cartas y daban vueltas alrededor del trasto y lo tocaban con la punta del zapato y decían: Dónde lo has encontrado qué le pasa cómo es que tienes tantas ganas de librarte de él. Negaban con la cabeza y hablaban con su parienta y dudaban todo el tiempo y sacaban a papá de sus casillas porque lo único que él quería era regalar una caña vieja a cambio de nada y sacarla del porche y en cambio allí seguían robándole su tiempo y obligándole a dar más y más rodeos con aquella gente para convencerlos de que se la llevaran. Hasta que se cansó y entonces cada vez que quería librarse de algo lo que hacía era colocar un anuncio en el Trading Post y poner cualquier precio idiota que se inventaba sobre la marcha cuando hablaba por teléfono con el tío de Trading Post. Cualquier precio idiota que fuera prácticamente nada. Rastra Vieja Con Dientes Un Poco Oxidados $5, Sofá Cama JC Penny Verde y Amarillo $10 y rollos por el estilo. Y entonces pasó que llamaba la gente el primer día que el Trading Post publicaba el anuncio y se acercaban desde el pueblo y hasta venían de otros pueblos más lejanos donde también se recibía el Trading Post y aparcaban removiendo toda la grava y apenas miraban el trasto e intentaban que papá se quedara con los cinco dólares o los diez dólares como fuera antes de que alguien más se lo pudiera quedar y si era algo pesado como el sofá yo les ayudaba a cargarlo y se lo llevaban en un santiamén. Ponían una cara distinta, igual que sus mujeres en la camioneta, estaban contentos y sonrientes y cogían a la parienta por la cintura y se despedían de papá con la mano cuando se alejaban. Muertos de felicidad por haberse llevado una rastra vieja por prácticamente nada. Le pedí a papá que me explicara cuál era la moraleja de aquello y me dijo que debía ser que no se podía enseñar a cantar a un cerdo y luego me dijo que fuera a sacar la grava de la zanja con el rastrillo antes de que se le jodiera el desagüe.

David Foster Wallace, Brief Interviews with Hideous Men, 1999.


Historia radicalmente concentrada de la era postindustrial

Cuando fueron presentados, él hizo un comentario ingenioso porque quería caer bien. Ella soltó una risotada estrepitosa porque quería caer bien. Luego los dos tomaron sus coches y se fueron solos a sus casas, mirando fijamente la carretera, con la misma mueca en la cara. 
Al hombre que los había presentado no le caía demasiado bien ninguno de los dos, pero fingía que sí porque le preocupaba mucho tener buenas relaciones con todo el mundo. Después de todo, nunca se sabe, ¿verdad que no? ¿Verdad? ¿Verdad?

David Foster Wallace, Brief Interviews with Hideous Men, 1999.


Feliz cumpleaños

domingo, 17 de febrero de 2013

Familia / Progreso

"La familia representa la cuna de la desinformación universal. Algo hay en la vida familiar que desencadena la generación de errores factuales. La proximidad excesiva, el ruido y el calor de la existencia. Acaso algo aún más profundo, como la necesidad de supervivencia. Murray afirma que somos criaturas frágiles rodeadas por un mundo de hechos hostiles. Hechos que amenazan nuestra felicidad y nuestra seguridad. Cuanto más profundizamos en la naturaleza de las cosas, más endebles puede parecer que se vuelven nuestras estructuras. El proceso familiar contribuye a nuestro aislamiento del mundo. Los pequeños errores adquieren una dimensión desmesurada, y la irrealidad prolifera. Yo le digo a Murray que la ignorancia y la confusión no pueden de ningún modo ser las fuerzas impulsoras que subyacen a la solidaridad familiar. Qué idea, qué subversión. Él me pregunta por qué las unidades familiares más fuertes se dan en las sociedades menos desarrolladas. La ignorancia es un arma de supervivencia, afirma. La magia y la superstición se atrincheran como la poderosa ortodoxia del clan. La familia es más fuerte allí donde más probable resulta que la realidad objetiva sea malinterpretada. Qué teoría más despiadada, respondo. Pero Murray insiste en que es cierta." 

“Es como si nos hubieran arrojado hacia atrás en el tiempo –dijo–. Aquí estamos, en la Edad de Piedra, habiendo aprendido ya todas estas cosas tan importantes a lo largo de siglos de desarrollo y aún incapaces de facilitar la vida a los habitantes de nuestra época. ¿Podemos fabricar un refrigerador? ¿Podemos siquiera explicar cómo funciona? ¿Qué es la electricidad? ¿Qué es la luz? Se trata de cosas que experimentamos todos los días de nuestra vida y, sin embargo, ¿de qué nos sirven si nos vemos remontados en el tiempo y no podemos siquiera revelar a la gente sus principios básicos y mucho menos fabricarlas para mejorar nuestra situación? Nombra una sola cosa que serías capaz de fabricar. ¿Podrías acaso fabricar una simple cerilla de madera con la que obtener fuego al rasparla contra una piedra? 
(…) 
Si despertaras mañana en la Edad Media y se hubiera desatado una epidemia, ¿qué podrías hacer para detenerla sabiendo lo que sabes de medicina y de enfermedades? Aquí estamos, prácticamente en el siglo veintiuno. Has leído cientos de libros y de revistas, y has visto multitud de programas de televisión que hablan de ciencia y de medicina. ¿Podrías revelar a esa gente tan sólo un pequeño detalle crucial que pudiera salvar un millón y medio de vidas?” 

Don DeLillo, White Noise, 1984.


viernes, 15 de febrero de 2013

Sonajero

“Digamos, que, para mí, el cine es un instrumento de pensamiento original que está a medio camino entre la filosofía, la ciencia y la literatura, y que implica que uno se sirve de los ojos y no de un discurso ya hecho. 
Se han privilegiado los derechos del cine y no sus deberes. No se ha podido, o no se ha sabido, o no se ha querido dar al cine la función que se asignó a la pintura o a la literatura. El cine no ha sabido cumplir con sus obligaciones. Es un útil respecto al cual nos hemos equivocado. Al principio se creyó que el cine se impondría como un nuevo instrumento de conocimiento, un microscopio o un telescopio, pero muy pronto se le impidió desempeñar su función y se hizo de él un sonajero. El cine no ha desempeñado su función como instrumento de pensamiento. Porque se trataba cuando menos de una manera singular de ver el mundo, de una visión particular que después se podía proyectar en grande ante varias personas y en varios lugares al mismo tiempo.
Pero, visto que el cine cosechó enseguida un gran éxito popular, se privilegió su lado espectacular. De hecho, este lado espectacular no constituye más que el diez o el quince por ciento de la función del cine: sólo debería haber representado el interés del capital.
Ahora bien, rápidamente, pasaron a servirse del cine sólo en función de sus intereses y no le dejaron desempeñar su función más importante. Se equivocaron.” 
Jean-Luc Godard, Le cinéma n’a pas su remplir son rôle, 1995.


viernes, 8 de febrero de 2013

Héroes


"¿Has oído la misma canción quince o veinte veces seguidas? Femme fatale, por ejemplo. ¿Has oído a Nico cantar Femme fatale veinte veces seguidas?, o cualquier otra. Da lo mismo. ¿Has oído Space Oddity cien veces? ¿Has perdido alguna vez el hilo, como si te quedases colgado de alguna pregunta en medio de un programa de televisión? Las cámaras encima de tu cara y el público del estudio mirando y cada uno en su casa esperando la respuesta, pero tú ya no estás allí, estás colgado en otro sitio. Atascado con alguna canción. Estas escuchando cada palabra de la canción y te parece que no hay mucho más después. Como si le estuvieras leyendo las intenciones al cartero. Antes de que pare la moto ya sabes que trae una carta para ti y antes de que la meta en el buzón ya sabes lo que dice la carta. Estás colgado de una canción y te crees que lo puedes adivinar todo a distancia. Por un segundo parece que lo sabes todo, te sientes jodidamente bien, es la misma canción una y otra vez, puedes sentir lo mismo diez o doce veces, tienes todas las sensaciones controladas como en uno de esos laboratorios en los que aíslan algún virus, tienes alguna sensación acorralada, a algo que puedes reconocer y que ya no se mueve. Y viene de una canción. Una canción repetida cien veces ilumina tanto como una de esas bengalas que utilizan en la guerra para disparar sobre los enemigos.
Una sola canción como una sola bengala puede hacer que todos disparen al mismo tiempo en cien direcciones distintas.
¿Has oído Starting Over cien veces seguidas?
¿Sabes de qué coño estoy hablando?"

The litany of hate


"I’m such a negative person, and always have been. Was I born that way? I don’t know. I am constantly disgusted by reality, horrified and afraid. I cling desperately to the few things that give me some solace, that make me feel good.
I hate most of humanity. Though I might be very fond of particular individuals, humanity in general fills me with contempt and despair. I hate most of what passes for civilization. I hate the modern world. For one thing there are just too Goddamn many people. I hate the hordes, the crowds in their vast cities, with all their hateful vehicles, their noise and their constant meaningless comings and goings. I hate cars. I hate modern architecture. Every building built after 1955 should be torn down!
I despise modern music. Words cannot express how much it gets on my nerves – the false, pretentious, smug assertiveness of it. I hate business, having to deal with money. Money is one of the most hateful inventions of the human race. I hate the commodity culture, in which everything is bought and sold. No stone is left unturned. I hate the mass media, and how passively people suck up to it.
I hate having to get up in the morning and face another day of this insanity. I hate having to eat, shit, maintain the body – I hate my body. The thought of my internal functions, the organs, digestion, the brain, the nervous system, horrify me.
Nature is horrible. It’s not cute and loveable. It’s kill or be killed. It’s very dangerous out there. The natural world is filled with scary, murderous creatures and forces. I hate the whole way that nature functions. Sex is especially hateful and horrifying, the male penetrating the female, his dick goes into her hole, she’s impregnated, another being grows inside her, and then she must go through a painful ordeal as the new being pushes out of her, only to repeat the whole process in its time. Reproduction – what could be more existentially repulsive?
How I hate the courting ritual. I was always repelled by my own sex drive, which in my youth never left me alone. I was constantly driven by frustrated desires to do bizarre and unacceptable things with and to women. My soul was in constant conflict about it. I never was able to resolve it. Old age is the only relief.
I hate the way the human psyche works, the way we are traumatized and stupidly imprinted in early childhood and have to spend the rest of our lives trying to overcome these infantile mental fixations. And we never ever fully succeed in this endeavor.
I hate organized religions. I hate governments. It’s all a lot of power games played out by ambition-driven people, and foisted on the weak, the poor, and on children. Most humans are bullies. Adults pick on children. Older children pick on younger children. Men bully women. The rich bully the poor. People love to dominate.
I hate the way humans worship power – one of the most disgusting of all human traits. I hate the human tendency towards revenge and vindictiveness. I hate the way humans are constantly trying to trick and deceive one another, to swindle, to cheat, and take unfair advantage of the innocent, the naïve and the ignorant.
I hate the vacuous, false, banal conversation that goes on among people. Sometimes I feel suffocated; I want to flee from it.
For me, to be human is, for the most part, to hate what I am. When I suddenly realize that I am one of them, I want to scream in horror."