“La ilustración de la portada que presentó al mundo a este personaje extraordinario tenía una virtud única e irrepetible, mostraba algo que nadie había visto antes. Parecía una pintura rupestre que llevase diez mil años esperando en la pared del metro a que la encontraran; era una imagen impactante, futurista y primitiva a la vez, de un cazador que mataba un coche que se había alejado de la manada.
El intenso fondo amarillo con una corona dentada en rojo –los colores de Superman– sugería una explosión de poder salvaje que iluminaba el cielo. Aparte de la sensación de que nos daba el logo de Action Comics, estilo art decó, en la portada aparecían la fecha (junio de 1938), el número (nº 1) y el precio (10 centavos). En ningún momento se mencionaba el nombre Superman, aunque las palabras habrían sido superfluas, pues su mensaje estaba claro: lo importante era la acción. Lo que el héroe hacía era mucho más relevante que lo que decía, y Superman estaba, desde el principio, en constante movimiento.”
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